Por Marta de Madariaga
Otro año más, el Festival de Marcelo ha sido todo un hito en el curso 2022-23. Vuelve con toda su fuerza y además otra vez en la semana de la verdadera celebración del día del fundador del Colegio. La verdad es que nunca deja de sorprenderme el ímpetu y el entusiasmo que todos los años ponen los alumnos, profesores, AFA y PAS en el Festival de Marcelo; lo que se traduce en una calidad de actuaciones sorprendente.
La que suscribe es madre de un alumno de segundo de secundaria y de un ex alumno de 2º de bachillerato, ninguno de los cuales ha ganado nunca en su categoría. A pesar de ello, mi hijo pequeño no deja de tener esperanzas y no deja de poner todo de su parte para ser el mejor baile, el mejor vestuario, la mejor idea, la mejor puesta en escena, la idea más original…sabiendo que quien gana no son ellos, sino los demás: aquel proyecto al que Spínola Solidaria decide destinar la recaudación ese año. Se esfuerzan al máximo para hacernos disfrutar a unos padres entregados con ellos y con la razón de ser, solidaria, del Festival.
Las vivencias comienzan varias semanas antes: eligiendo y votando la canción, quejándose de la idoneidad de la misma, de los votos en la clase… Seguimos con el tiempo dedicado al ensayo, la creación de las coreografías, quién copia a quién ciertos pasos, cómo hacerlo más impactante, acordarse de los bailes ganadores de otros años que le sirvan de inspiración, pedir los atuendos, buscar entre amigos, familia y conocidos las prendas que nos faltan…
Lo mejor de las actuaciones a mi modo de ver no es tanto si son mejores o peores bailando. Para mi, lo mejor es ver sus caras de entusiasmo y de disfrute al vernos sonreír y disfrutar a los demás, a sus padres y sus compañeros mayores y menores. Esa ilusión que ponen se transmite en cada uno de los minutos de la canción. Incluso los alumnos más tímidos, los que no quieren estar ahí, los que al final a regañadientes se han aprendido el baile, nos dan un lección de solidaridad y compañerismo: lo hacen por sus compañeros, saben que para el resto sí es importante que todo salga bien y que ellos también estén, participen y todo el curso haga una actuación brillante. Nadie se siente mejor que nadie, no hay risitas, solo hay un mismo espíritu Spínola que les lleva a animarse unos a otros, a llamarse guapos unos a otros, a descubrir talentos ocultos en los otros, a aplaudir con ganas y sinceridad cuando acaban de bailar.
Además, repiten la actuación tres veces: para sus compañeros de infantil y primaria, para la eso y bachillerato (y poder ver los bailes de sus compañeros) y finalmente para las familias, sin una sola queja, sin desfallecer y aprovechando la oportunidad para pasar una jornada entera con los compañeros.
Mi hijo mayor es el segundo año que no está en el colegio y es el segundo año que acude a ver actuar a sus excompañeros y aún amigos al Festival de Marcelo. Un Festival que después de 9 años en el colegio, y a pesar de ya estar fuera, aún siente como suyo. Fijaos si será así, que habiendo ganado 2º de Bachillerato en su categoría, su comentario fue “Mamá, es el primer año que por fin ganamos…y ¡además en nuestro último festival!”. Se siente parte del colegio, del festival y del motivo de su creación.
Y todo esto es ni más ni menos aprendizaje para la vida: Aprender a valorarse y a quererse a ellos mismos y a sus compañeros. Aprender a trabajar en equipo, cada uno aportando lo que mejor se le da. Aprender a aportar a un proyecto común, mayor aún que la aportación individual y grupal. Aprender a frustrarse si las cosas no son como las soñamos. Aprender a alegrarse con el éxito ajeno. Aprender a disfrutar con actividades fuera de nuestra zona de confort. Aprender a ser feliz.
Creo, sinceramente, que el colegio deja huella en nuestros hijos y si de algo podemos presumir es que el espíritu Spínola nos está ayudando a las familias a crear buenas personas, que llenarán el mundo de luz y serán la esperanza de uno mejor.
Podéis encontrar las fotos de todas las actuaciones en nuestro área de socios.
¡Enhorabuena a todos!
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